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“Ser periodista ambiental en países en vías de desarrollo es equivalente a ser corresponsal de guerra”, así lo anuncia el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés). Es una labor que para muchos, como Eric Freedman, profesor de periodismo en la Universidad Estatal de Míchigan, requiere de coraje y valentía; mientras para otros, como Alberto Castaño, es una cuestión de pasión y responsabilidad social.  La verdadera pregunta que deberíamos hacernos es, ¿qué implica ejercer el periodismo ambiental en países en donde los problemas ambientales confluyen entre una serie de intereses comerciales y económicos, batallas políticas, actividades criminales, insurgencias antigubernamentales o corrupción? A simple vista, la respuesta a esta interrogante parece obvia y un poco lo es: los periodistas ambientales se encuentran bajo la mira. 

Basta con echar un vistazo a las cifras para percatarse de que los hostigamientos, las amenazas, el desplazamiento, la negación al acceso a la información y la censura en el ámbito del periodismo ambiental son fenómenos más comunes de lo que parecen y se ciernen sobre el ejercicio periodístico como un enemigo silencioso, del cual los periodistas ambientales son las principales víctimas. Así lo demuestran las denuncias realizadas a la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), en donde para el año 2020 se reportaron seis agresiones relacionadas con temas ambientales, de las cuales tres estaban asociadas al acceso a la información, dos constituían amenazas y una correspondía a un desplazamiento. No obstante, para el año 2021 el panorama tampoco resultó muy alentador: de las siete denuncias realizadas a la organización no gubernamental, dos concernían a hostigamientos, dos más a estigmatizaciones,  dos estaban relacionadas con el acceso a la información y una hacía referencia a una amenaza. Mientras que en lo corrido del año, se han presentado tres denuncias de agresiones a periodistas ambientales, en las cuales una corresponde a la eliminación de material periodístico, una a hostigamiento y otra a acceso a la información.

Tal es el caso de Alberto Castaño, quien por más de 20 años ha ejercido el periodismo especialmente en temáticas ambientales, científicas y de conservación. Aunque actualmente se desempeña como jefe de noticias de Natural Press, una iniciativa periodística que le ha permitido investigar con libertad, escribir sin presiones externas y desempeñar de manera plena su labor periodística, la realidad es que el panorama no siempre resultó tan alentador y todavía se enfrenta a uno de los lados más oscuros del periodismo: la censura.

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Alberto Castaño Camacho, periodista ambiental de Natural Press

UN AUTOEXILIADO A MUCHO HONOR

Al mirar directamente los ojos de su tío, los colores verde y azul se mezclaban en un torbellino de emociones que hipnotizaban a cualquiera que se atreviese a observarlos. Al adentrarse en ellos, Alberto podía divisar majestuosas lagunas que yacían imponentes, imperturbables e indiferentes ante su minuciosa mirada. Aunque Alberto no heredó los ojos hechizantes de su tío abuelo, y mucho menos los de su abuelo, su fascinación por la naturaleza trascendió y se convirtió en más que la curiosidad de un niño por desarmar y descubrir los misterios de la naturaleza. 

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A la izquierda, Álvaro Castaño. A la derecha, Gloria Valencia presentando Naturalia.

Fue precisamente Álvaro Castaño Castillo, su tío abuelo, quien se encargó de desenterrar y dar vida al primer programa ecológico de la televisión colombiana entre 1974 y 1993. Naturalia “la historia de los animales y los animales en la historia” se consagró como una iniciativa insignia en la difusión de contenidos ambientales, que se caracterizó por la divulgación de documentales y películas traídas por las embajadas de los diferentes países en Colombia, en tanto no se contaba con el presupuesto suficiente para comprar este material.

Álvaro Castaño Castillo fue un empresario, abogado, gestor cultural y locutor colombiano, reconocido por ser uno de los pioneros de la radio de Colombia y fundador en 1950 de la emisora HJCK”; no obstante, para Alberto tan sólo era un “viejito” de ojos verde azulados que hablaba con las lagartijas, contaba historias de zorros salvajes que devoraban niños y hacía caminatas por la vereda, al tiempo que le infundía un amor por la naturaleza que, hasta el día de hoy, continúa siendo la principal fuente de inspiración para enaltecer el legado familiar. 

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El periodista Álvaro Castaño Castillo, el expresidente Belisario Betancur,  a gestora cultural Gloria Zea y el periodista Bernardo Hoyos.

Atrás quedaron los cuentos fantasiosos, la costumbre de bañarse en ríos cristalinos y el deslumbramiento del sol en la mañana al divisar un nuevo amanecer. Con todo un legado ambiental a su espalda, Alberto realizó su carrera de Comunicación Social en la Universidad de la Sabana en Chía, Cundinamarca. Empero, abrumado por el caos y la intranquilidad de la ciudad capital decidió mudarse a Valledupar, en donde laboró como editor ambiental y económico de El Pilón. Allí, no solamente adquirió montañas de experiencia profesional, sino que conoció a la que ahora es su compañera de vida y como él la describe “el amor de su vida”. 

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María Lourdes Zimmermann del programa Blu Verde, de Blu Radio, ganadora del Premio Simón Bolívar por ‘Mejor Entrevista en Radio’ realizada a Rafael Antelo, un español que lucha por la conservación del caimán llanero. 

Entre risas, Alberto se transporta al pasado y rememora la ocasión en la que su ahora esposa y compañera de trabajo, María Lourdes Zimmerman, le propuso participar con ella en un programa de televisión ambiental que venía desarrollando. A lo que él respondió “pero es que yo no sé nada de televisión”, a modo de excusa creíble que le permitiese rechazar la invitación y al mismo tiempo, seguir acercándose a la chica que por ese tiempo, se robaba todos sus suspiros. No obstante, la estrategia no salió como esperaba y María Lourdes, con tan solo una frase, lo convenció de adentrarse en el mundo televisivo. Ante un “¿aprendes o es que te queda grande?”, Alberto no tuvo más remedio que aceptar una propuesta de la cual hoy se enorgullece. Tiempo después, la historia se repetiría con la sugerencia de su esposa de difundir la información ambiental por medio de la radio. Esta vez, un no rotundo cesó el debate.

No fue hasta que Alberto fue invitado a un evento con  campesinos de la Serranía de Perijá, que descubrió, una vez más, que su esposa tenía razón; y todo a raíz de que un campesino le dijo que veía su programa de televisión una vez a la semana, dado que en la zona en donde vivía no llegaba la electricidad y mucho menos la televisión, lo que hizo que Alberto llegara a una conclusión: “estamos perdiendo audiencias”. A partir de allí, su actitud reacia hacia la radio cambió, hasta el punto de que lideró dos programas en la Radio de Guatapurí, conocidos como “Retorno al Campo”, en donde abordaban temas agropecuarios y de medio ambiente; y “SOS por el planeta, sos el problema o sos la solución”, una iniciativa que les permitió informar, educar y romper con las barreras del acceso a la información ambiental.

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Alberto Castaño en su perfil de Linkedin, entrevistando a una mujer perteneciente a una comunidad.

Con una entrañable nostalgia, Alberto describe su paso por Blu Radio como una de las mejores experiencias periodísticas de su vida, pero al mismo tiempo, una de las más tristes. En el año 2013, Alberto y María Lourdes crean Blu Verde, el único programa ambiental diario en la radio de Colombia hasta el momento. Lo que parecían 30 minutos para abrazar el planeta, se convirtieron en el inicio de un nuevo capítulo en sus vidas, en donde el miedo, la violencia y la incertidumbre fueron los principales protagonistas. Aunque ellos no lo sabían, el develar problemas de corrupción en la Guajira, sería solo el comienzo de una lucha incesante en contra de la censura, el poder político y los intereses económicos que permean el ejercicio del periodismo ambiental en Colombia.  

Después de informar al entonces ministro de vivienda, Luis Felipe Henao, acerca de las irregularidades por parte de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, liderada por Carlos Iván Márquez, con respecto a la inversión de 33.051 millones de pesos realizada por el gobierno con el objetivo de llevar agua potable al departamento de la Guajira; los resultados eran de esperarse: la salida del aire de Blu Verde era inminente. Con tan solo 3 horas de anticipación y sin la posibilidad de decir adiós a los oyentes, Alberto y María Lourdes se despidieron de Blu Radio con un sabor amargo, un sabor a censura. Tras una demanda formulada por Carlos Iván Márquez en la que pedía rectificación por las acusaciones emitidas y todo un periodo de acoso judicial al periodismo, Alberto y su esposa continuaron denunciando los sub accionares delictivos en contra de comunidades campesinas, indígenas y afro, lo que aparentemente no fue del agrado de personajes políticos influyentes, que terminaron cerrando la llave a la Represa del Quimbo.

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Fue el 28 de febrero del año 2018, que se dio el detonante de una situación que se venía cociendo a fuego lento. La publicación de un informe acerca de 173 líderes sociales y ambientales asesinados durante el año 2017, causó revuelo entre sus enemigos. Las amenazas no tardaron en llegar, y con ellas, una cantidad abismal de incertidumbre, miedo y violencia.

El informe de líderes ambientales, indígenas y sociales asesinados en Colombia. Escrito por Alberto Castaño y su esposa y compañera de trabajo, Maria Lourdes Zimmerman.

El 1 de marzo, la amenaza que recibió en su cuenta de Twitter por parte del usuario @RodrigoDuet8, no solo se limitó a insultos y agresiones verbales; esta vez, Alberto se encontraba bajo la mira. “Abrite de acá con tus denuncias, pirobo, dejá explotar la naturaleza que pa eso es, capitalismo siempre. Ayer te vimos pagando en la Comercial Papelera, cuidado sigues azarando el parche”, anunciaba el mensaje que se convertiría en un motivo para denunciar ante las autoridades competentes. Ya no solo se trataba de usuarios resentidos vertiendo su odio en un chat, lo estaban siguiendo y eso lo atemorizaba. Sin embargo, la situación no se detuvo ahí.

Aún recuerda el estridente castañeo de la moto de su victimario cuando el 5 de mayo de 2018, mientras se encontraba en su carro esperando el cambio de color del semáforo, un desconocido en una motocicelta sin placas, lo interceptó. En su cintura, un arma de fuego yacía reluciente y a la espera de ser necesitada. Las palabras que salieron de la boca del motorista suscitaron el más profundo desconcierto. “¿Entonces qué?, periodista hijueputa, seguís azarando el parche y te vamos a pelar”. Su acento paisa, todavía retumbaba en los oídos de Alberto.

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Amenaza vía Twitter realizada a Alberto Castaño

¿Cómo podría llegar a imaginarse que aquello que le generaba tanta fascinación pudiese ser al mismo tiempo una condena al exilio? Sin duda, la situación era atemorizante, pero no novedosa. El caso de Alberto era tan solo uno de los cientos de casos de censura, amenazas y hostigamientos que se estaban presentando, y que para sorpresa de pocos, se siguen presentando en Latinoamérica.

Reporteros Sin Fronteras, una organización no gubernamental internacional, cuyo objetivo es defender la libertad de prensa en el mundo y, en concreto, a los periodistas perseguidos por su actividad profesional, informó que desde el posicionamiento de Iván Duque como presidente de la república en el año 2018, la situación para los periodistas en Colombia no ha hecho más que empeorar. Gran prueba de ello, es que para ese año, se habían registrado 85 amenazas contra periodistas, una de las cifras más altas en los últimos años, precedida por el año 2017 en donde hubo 129 casos. Además, en el 2015 el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) presentó un documento en el que se señala que entre diciembre de 1977 y agosto de 2015, 153 periodistas han sido asesinados.

La pregunta que muchos nos planteamos en este punto es, ¿cuáles son los mecanismos de protección que tienen los periodistas para garantizar el ejercicio de la libertad de prensa? Incluso aunque el caso de Alberto generó toda una red de apoyo por parte de organizaciones como la FLIP, las  Corporaciones Autónomas Regionales, Fecolper, Oxfam y hasta el mismo Ministerio de Ambiente, la realidad es que ni el auge mediático, ni las peticiones realizadas a la Unidad Nacional de Protección (de las cuales no ha recibido respuesta hasta la fecha), ni el acoso constante, fueron capaces de impedir que Alberto tomara la decisión de empacar su vida en unas maletas para radicarse en Canadá con su familia. 

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Muestras de apoyo a Alberto durante el proceso

Ante la pregunta de si alguna vez pensó en abandonar el periodismo ambiental a raíz de las amenazas, la respuesta de Alberto es contundente: “pueden amenazarme, censurarme y hostigarme, simplemente no voy a renunciar”. Sus ojos desbordantes de pasión revelan lo que para este momento todos nos estamos imaginando, su compromiso irrenunciable con la verdad, pero sobre todo, con el medio ambiente, traspasa fronteras, pantallas y corazones.

Hoy, con una sonrisa en el rostro y muchos proyectos por delante, Alberto se define como un autoexiliado más, en un país en donde ejercer el periodismo ambiental significa arriesgar la vida. No le interesan las cámaras, ni los reconocimientos, sus mayores triunfos se los atribuye a una labor periodística que le ha permitido defender a comunidades indígenas, develar problemas de corrupción en varios departamentos del país y enfrentar a líderes políticos encargados de la protección y conservación del medio ambiente. Aunque la muerte lo persiga, las amenazas lo cohiban y la censura lo reprima, su corazón seguirá vibrando por el medio ambiente y su alma seguirá luchando por vivir en un mundo en el que los periodistas ya no estén bajo la mira.

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